La vida cambia. Las tecnologías nos entretienen, nos informan, cambian nuestra manera de entender las comunicaciones, pero, ¿hasta qué punto eso nos beneficia?
En primer lugar, y aunque no se quiera afirmar del todo, si que es verdad que en estas ultimas décadas la manera de transmitir, mover y recibir información, sea del tipo que sea, se ha transformado. ahora no buscamos el periódico mientras tomamos el café por la mañana, sino que clickeando ultima hora en Google, leemos aquello que realmente queremos saber. No podría venir más al caso el reciente fallecimiento de Steve Jobs (Cofundador de Apple), al que por cierto, me gustaría hacer una pequeña mención. Su inesperada muerte ha conmocionado al mundo entero, debido a la revolución de su obra. Este genio, junto a su amigo y compañero, ha conseguido que todas las personas que podemos leer estas lineas tengamos a nuestra disposición un ordenador, una nueva manera de comunicarnos, un localizador instantáneo,...
Sin derivar ni cambiar de tema, hablamos de esta muerte repentina. Hoy día, no nos vale el periódico o las noticias de las 3 para enterarnos de lo que ha sucedido en torno a este caso. Directamente, y supongo que como he hecho yo habrán hecho muchos más, buscamos aquellos que queremos saber sobre Jobs en la red. Vamos buscando página por página, artículo tras artículo hasta que damos con lo que verdaderamente nos interesa. y esta es la manera en que cambia nuestra manera de saciar nuestros intereses, yendo al grano. Dejamos de leer las tres columnas que hablan sobre una vida entera, sobre la evolución de la empresa y sobre su capital económico. Nos preguntamos: ¿Qué quiero saber acerca de esta noticia?; y sin más lo buscamos hasta encontrarlo. Desechamos la información que no nos vale a golpe de ratón.
Esto envuelve nuestro día a día, y no podemos negar que nos gusta. El principal problema que deriva de esta facilidad es el siguiente:
- Nuestro cerebro puede que se esté acostumbrando a saciar esas preguntas o dudas instantáneamente, de tal manera que igual de rápido que las cubrimos, las olvidamos. Es igual que cuando tenemos un hambre repentina. nos tomamos un pincho de tortilla o unas patatas fritas y se acabó el hambre. Pero eso no llena nuestro estómago, simplemente los calla. Cuando nuestro cerebro precisa de una información y al momento la recibe, no realiza esfuerzo alguno por retenerla, porque se ha acostumbrado a tenerla en el momento simplemente buscándola en Google. Los hay que opinan que esto es algo bueno, puesto que el ser humano cambia, y que cambian las habilidades mentales, y también la genética de nuestro cuerpo. Defienden que el poder obtener información sin necesidad de retenerla, cual disco externo, hace que nuestra mente se adapte a esa manera de búsqueda y retención momentánea.
Ambos artículos nos hablan de lo mismo: búsqueda y retención. Se entiende que la búsqueda de los intereses pasa de ser algo concienzudo y costoso a algo rápido y eficaz. Hemos adaptado la nueva forma: la búsqueda de ideas, palabras o frases que hagan referencia a aquello que nos interesa. Tanto es así que actualmente muchos expertos se preguntan si de aquí a un tiempo nuestro cerebro dejará de retener la información para convertir nuestro cerebro en un disco externo. No es fácil comprender esto, y menos hacerse consciente de que a ti mismo te puede pasar sin ni siquiera darte cuenta. En todo caso, la mejor defensa es hacer un uso racional de las nuevas tecnologías, sin olvidar en ningún momento que los atlas aunque sean pesados son fantásticos para buscar la capital de Hawai (Honolulu) y que las divisiones con decimales también se pueden hacer a mano.